«Estamos en todas partes excepto aquí, en nosotros mismos».

Nuestros interrogantes y experiencias interiores podrán acercarnos a contradicciones propias para levantar así creencias sobre nosotros mismos y los demás.

El deseo de conocernos implica un desafío. Nos pasamos la vida haciendo cosas, estudiando, trabajando, viajando, comprando, gastando, viendo la televisión, queriendo ser como el resto, acoplándonos a una sociedad que indica como debes ser, actuar, pensar, vestir y sentir.

Parece que el desafío real residiese más en tener y conseguir. Nos llenamos de orgullo y de todo lo que podamos, luchamos por pertenecer al grupo, por marcar tendencia, y por superar siempre al que tenemos al lado.

     Desde pequeñitos vamos al colegio y esto es estupendo pues tenemos a nuestro alcance todos los saberes y materias que podemos imaginar. Estudiamos inglés, francés, alemán, italiano, chino, literatura, matemáticas, geografía, filosofía, etc. Y seguimos avanzando en la vida, pues a cada edad parece que toca una cosa distinta.

 Pero si analizamos los minutos, las horas, días y años en los que una persona puede estar formándose y llenándose de conocimientos prácticos para desempeñar en su lugar de trabajo, en su empresa o cualquiera que sea su labor, difícilmente encontramos  tiempo dedicado a lo que somos. ¿Cuántos de esos minutos, horas, días y años engloban un breve conocimiento de uno mismo?

Sobrevivir en la comodidad.

Cuando el contexto y ambiente se presentan aptos y positivos, es fácil dejarse llevar. Muchas veces, hasta que la vida no da un traspié no comenzamos a pensar en otras cosas. Es entonces cuando el desafío de comenzar a conocernos asoma por la puerta.

Cuando recogemos nuestra atención y nos relajamos, se ponen en marcha condiciones interiores y a partir de aquí empieza a ser menos complicado identificar un sentimiento verdadero, muchas veces sin palabras, sin imágenes, pero que sentimos en el interior de nosotros mismos. Esta experiencia comienza a transmitirnos el gusto de una vida más sutil. A veces no es tan simple, pues existen multitud de resistencias en cada uno que dificultan esa apertura interior.

Solemos ser esclavos del mundo exterior, y a esto cabe añadir la facilidad con la que muchas veces tratamos de escapar del regreso al misterio propio. Misterio no como algo tenebroso, sino como el misterio que somos todos. Misterio que es la vida y misterio que es nuestra propia existencia. Misterios muchas veces alumbrados por la fe religiosa y espiritual, pero nunca resueltos del todo.

Saliendo de esto,  y volviendo al ajetreo feroz de cada día, parece destacar una necesidad mayor de dispersión, de no contactar con nuestras necesidades y verdades más profundas. 

 A veces contactar con ellas implica mucho dolor, pues solemos cargar nuestra mochila con un bagaje muy pesado de emociones, creencias y sentimientos pasados que si bien, siguen  presentes, dificultando nuestro camino diario.

Este desafío, esta lucha de conocernos nos enseña a permanecer más atentos a nuestras condiciones internas y externas. Abrirnos a un sentimiento de realidad, hace que sepamos y experimentemos que esta misma realidad puede obrar en nosotros. 

Pocas cosas nos ofrecen más energía que esos momentos de aceptación y vivencia. Acaso, ¿no estamos llamados a descubrirnos?

Escrito por:

Autoconciencia.

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