Dificultades emocionales y consumo de alcohol desde una visión Humanista Integrativa.
Cuando la persona se da cuenta que gran parte del conflicto está dentro de uno mismo, entonces puede comenzar acciones más productivas y hacerse responsable de sus propias dificultades.
Mucha de la información recopilada sitúa al alcoholismo como una entidad con síntomas característicos y un origen complejo y multifactorial. Según los datos epidemiológicos, el alcohol es la droga más utilizada en la población, disfrutando a la vez de una gran aceptación social.
Las teorías del aprendizaje o teorías conductistas, comprenden el alcoholismo como un proceso de adquisición de un hábito de consumo.
La conducta de beber, se explicaría por tanto como el resultado de obtener una recompensa o estado afectivo positivo, provocado por el alcohol, o un estado negativo a causa de la ausencia del mismo. Toda esta información es muy útil, sin embargo, puede resultar incompleta ya que no tiene en cuenta aspectos psíquicos y sociales inherentes a cualquier patología.
Existen intervenciones de tipo social que sitúan el alcoholismo como una enfermedad crónica e incurable, de ahí la común expresión y creencia bastante extendida de “una persona alcohólica, siempre será alcohólica”. Si bien, en este caso, la persona en rehabilitación se esforzará constantemente en no caer de nuevo en el consumo, experimentando una lucha infinita en su día a día y con la resignación y aceptación de que eso, no podrá ser modificado.
Por otro lado, corrientes más psicoanalíticas, consideran el alcoholismo como un síntoma o reflejo de una neurosis más profunda relacionada con dificultades emocionales y generalmente ligadas a problemas del ámbito familiar o social. Para la persona, estas dificultades hallarían una salida a través de la evasión provocada por el consumo de alcohol.
Esta perspectiva de síntoma, más que de enfermedad, permite a la psicoterapia tratar el alcoholismo a un nivel más profundo y personal, permitiendo un cambio o resolución permanente, en la medida que el conflicto interno quede resuelto. Además, estudios y seguimientos rigurosos en pacientes con adicción, demuestran que la ausencia de recaídas, como la desaparición de la compulsión de consumo, es real.
Según el Análisis transaccional, el inicio del alcoholismo y su mantenimiento, se da debido a problemas de comunicación. Beber implicaría un juego psicológico que serviría de refuerzo positivo para la persona, implicando a su familia y a su entorno. El alcoholismo sería una forma de interacción, y sus consecuencias, una excusa para su comportamiento. Por ejemplo, “lo hice porque estaba borracho”, o mensajes con doble sentido, “No bebas” (pero se dejan bebidas en la nevera). Analizar el tipo de relación, así como las transacciones existentes, permitiría un análisis más profundo de la situación del paciente, y la adquisición de nuevas pautas de interacción facilitaría el desarrollo de la recuperación.
Prestar atención a todos los niveles de la persona
Es importante que el terapeuta o los profesionales encargados de acompañar a una persona con alcoholismo en su recuperación, conozcan y reconozcan la importancia de trabajar de una forma integral.
El esquema de los 5 niveles de intervención en Psicoterapia Humanista Integrativa de J.Zurita, permite en estos casos, una visión muy completa de la situación del paciente, así como un esquema de trabajo clarificador a la hora de emprender el tratamiento.
Las intervenciones de tipo conductual y social, muy comunes en el tratamiento de las personas con alcoholismo son muy útiles, necesarias e imprescindibles. Si bien, trabajar únicamente a estos dos niveles, podría implicar una falta de profundidad que dejaría al paciente en un estado de aparente recuperación, pero con el riesgo constante de padecer una recaída al no tratarse los aspectos más profundos de uno mismo.
Es esencial, para que nuestros pacientes resuelvan sus conflictos, permitir y acompañarles a un nivel emocional profundo, contactando, enfrentando y expresando las emociones que pudiesen estar bloqueando la solución del problema.
A través del esquema de los 5 niveles, trabajamos lo siguiente:
A un nivel social, la Conducta y el Pensamiento Social. Ambos íntimamente ligados, pues el procedimiento del proceso cognitivo a nivel social, implica la acción de la conducta. Aquí encontraríamos el consumo de alcohol, así como otras conductas evitativas, y toda la serie de actividades autodestructivas propias de la persona con alcoholismo (mentiras, relaciones conflictivas, irresponsabilidades, gasto de dinero elevado…)
En el Nivel del Pensamiento Social, observamos la justificación de “por qué bebe”.
Recopilando las frases o argumentos de mis pacientes en proceso de rehabilitación por consumo de alcohol, podría destacar las siguientes:
– “No se estar conmigo mismo”, “necesito algo que me eleve el estado de ánimo”, “todo el mundo bebe”, “la vida es muy dura”, “una copa me permite afrontar mejor el día”…
El Pensamiento profundo corresponde a una profundización del proceso cognitivo. En este punto, podemos identificar muchos elementos que conforman la psicopatología de los pacientes, como los mandatos, impulsores, prejuicios, programas de guión, fantasías, etc.
En el caso de los mandatos (mensajes limitantes, inconscientes y no verbales, provenientes de las figuras parentales), me gustaría compartir los más identificados en los pacientes del grupo de rehabilitación, siendo estos los siguientes:
– “No sientas”. Reflejado a través del corte y la anestesia que ellos mismos generan ante sus emociones y dolor. El consumo de alcohol les permite tapar en gran medida todo esto. El contacto con la emoción real es bloqueado. Como ellos mismos expresan, el alcohol les “ayuda” a enfrentar la vida.
– “No pienses”, viviendo los problemas o conflictos con angustia en vez de centrar su energía en solucionarlos. El alcohol les sirve para no ver su realidad, no afrontar y evitar responsabilidades. Este tipo de mandato, similar a los de tipo “no reflexiones”, “no recuerdes”… son comunes en ellos.
La ausencia de responsabilidad plasmada en sus posteriores actos peligrosos o destructivos, parecen tener una base muy importante en este tipo de mandatos, de ahí la importancia de su identificación para poder efectuar una intervención adecuada y conseguir cambios en los niveles superiores.
– “No estés bien”, “no estés sano”. En este tipo de mandato, la relación familiar así como las transacciones producidas en este ámbito, cobran un importante papel. Es posible que en la niñez del paciente, este mensaje no verbal estuviese basado en una ausencia de presencia o atenciones por parte de las figuras parentales, encontradas precisamente en los momentos de falta de salud del niño/a. Una vez en la edad adulta, la persona enferma, y con ello genera un movimiento en el entorno, un movimiento en la familia. La ausencia de salud del paciente puede implicar una serie de constantes atenciones por parte de las personas más allegadas. Caricias positivas y negativas que cumplen una función para el paciente, quien vuelve a moverse entre juegos específicos que le mantienen en una dependencia con su familia. Por otro lado, pueden existir mensajes verbales y no verbales, emitidos por los propios familiares, que sin pretenderlo a un nivel consciente, pueden perjudicar o sabotear los avances de la persona en rehabilitación.
En el nivel emocional encontramos las emociones básicas, siendo el amor, la alegría y el poder, las emociones básicas agradables; y el miedo, la tristeza y la rabia, las emociones básicas desagradables. Son estas tres últimas las destacadas en este tipo de personas.
Darse cuenta de estas emociones es de vital importancia para el paciente. Su identificación y expresión pasan por un acompañamiento amoroso y paciente, pues la persona consumidora de alcohol, suele carecer de herramientas para afrontar este tipo de emociones, quedando desbordados fácilmente. De ahí que el alcohol sirva en muchos momentos como vía de escape para evitar este afrontamiento.
El nivel espiritual incluye los contenidos más profundos de la persona. En este nivel no se interviene directamente, si bien, durante el proceso de terapia existen cambios en el paciente, que añaden congruencia e importancia a todo el esquema.
El inicio problemático de consumo de alcohol en una persona, puede tener una base de vacío existencial en este nivel. Un vacío existencial tapado a través del consumo, evadiéndose de la realidad y experimentando las sensaciones placenteras que en ese momento obtienen. A lo largo del proceso de consumo, se va perdiendo todo sentido de las cosas, así como una orientación y perspectivas de la realidad y de la vida.
Ha sido común encontrar en los pacientes en rehabilitación, especialmente en aquellos que llevan más tiempo invertido en su recuperación, terapia y auto-conocimiento, que este nivel espiritual y profundo ha emergido en forma de potencial. Al igual que el resto de los niveles, siempre estuvo ahí, sólo que la persona nunca atendió o consideró. En una huída de sí mismo, no pudo comprobar que aquello que le empujaba a huir, era en realidad aquello que pedía atención, comprensión y conocimiento, para afrontar y comprender todo lo demás.
Cuando la persona que consume alcanza un estado tal en que todo parece perdido y la muerte acecha, puede emerger en él un nuevo sentido que lo cambia todo. Sobrevivir o “vivir para”… En este momento, la persona cambia su perspectiva y toma la decisión de vivir, con todo lo que ello conlleva.
En palabras del propio Viktor Frankl, “Todo su sentido anterior estaba perdido en ese momento…y apareció un nuevo sentido, el ¡sobrevivir!”.
Darse cuenta y comprender; gran parte del proceso de recuperación se centra en estos aspectos.
Cuando la persona se da cuenta que gran parte del conflicto está dentro de uno mismo, entonces puede comenzar a acometer acciones más productivas. Puede hacerse responsable de sus propias dificultades.
Cuando el paciente aumenta su darse cuenta, construye una nueva manera de afrontar la vida basada en ocuparse del presente y de lo que hay en él, experimentando lo agradable y lo desagradable, lo que le resulta cómodo e incómodo. Poco a poco, el paciente puede ir saliendo del ciclo de situaciones interrumpidas que constituyen su experiencia. Su relación con el mundo comienza a tener una base propia de apoyos internos.
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